jueves, 17 de abril de 2008

MIKE OLDFIELD "MUSIC OF THE SPHERES" (Universal)


Empezaré fuerte la crítica: Music of the Spheres es el mejor disco del británico en los últimos 14 años. Sin duda una afirmación como esta, aplicada a cualquier otro compositor de la talla del músico de Reading resultaría ser un gran piropo por mi parte, pero cuando observamos los últimos años de la carrera de Mike Oldfield, no lo resulta tanto.
Desde que en 1992 Oldfield abandonase Virgin para firmar por WEA y lanzar el ansiado Tubular Bells II, la carrera del británico no da pié con bola. The Songs of Distant Earth (WEA, 1994) aún mantenía el tipo, pero luego llegaron el soporífero Voyager (WEA, 1996) - etapa ibicenca -, el indigno e innecesario Tubular Bells III (WEA, 1998) y los desastrosos Guitars y Millenium Bell (WEA, 1999) - este último realmente horrible- , así como las ridículas incursiones en el mundo chill out de la mano de 3 Lunas (WEA, 2002) o Light & Shade (Mercury, 2005). Con semejante curriculum no es de estrañar que Music of The Spheres, por muy vulgar que pueda llegar a ser, se erija por encima de sus antecesores.

Dicho esto, y antendiendo exclusivamente a esta obra, hay que empezar comentando que el Sr. Oldfield sigue sin aprender de los errores.
MOTS se promociona como la primera obra sinfónica del autor, aunque Oldfield ya coqueteara abiertamente con el mundo clásico en otras obras anteriores, tales como Orchestral Tubular Bells (Virgin, 1975), Incantations (Virgin, 1978), o el 50 % de la bBSO de Killing Fields (Virgin, 1984).

Con la ayuda de Karl Jenkins (miembro de la banda Soft Machine en su época de vacas flacas y creador de Adiemus) en los mandos de la nave y las colaboraciones de la vocalista neozelandesa Hayley Westenra y el pianista Lang Lang (dicen de él que es de los mejores del mundo), MOTS alude una antigua teoría físico-filofófica que defendía que los cuerpos celestes, al trasladarse en el espacio, emitían sonidos, a los que se refirieron como la Musica universalis y bla bla bla.
Mucho ruido y pocas nueces. MOTS podría haberse titulado tambíen Tubular Bells 4 y el Sr. Oldield se habría quedado tan ancho; nos habríamos ahorrado tanto marketing conceptual.
Al menos un 35% del álbum alude, copia, imita o homenajea (ejem) a la, antes genial ahora maldita, obra de 1973.
Temas como Harbinger, Tempest, Harbinger reprise, Armonía Mundi y la desastrosa Musica Universalis (un triste aborto de The Bell, sin duda lo peor del album) no hacen más que ahondar en la llaga e incentivar la idea de que Mike Oldfield se ha quedado sin ideas. Afortunadamente el resto del minutaje del disco compensa algo tal desaguisado.
De hecho, podríamos decir que musicalmente hablando MOTS es un disco deliciosamente insipido, como un mal dulce. Navega entre pasajes orquestales azucarados de cuerdas rebosantes de almíbar, que no desentonarían en cualquier película épica de romanticismo de medio pelo, pero que no por ello deja de ser agradable al oyente e incluso atrayente o adictivo. Precisamente en este marco es donde mejor se encuentra el Mike del S.XXI, apareciendo y desapareciendo a su antojo con su guitarra en contados arrebatos onanistas, que rara vez rozan la genialidad (Silhouette) y más a menudo la cursilería. Todo aderezado con una producción recauchutada, esteril, milimétricamente perfecta, muy alejada del místico sonido de las insuperables primeras obras de Oldfield ¿Cuándo aprenderá el Sr. Oldfield que la arruga es bella?
Por si fuera poco Lang Lang se encuentra abandonado en partitulas infantiles de piano y sólo Hayley Westenra se erige triunfado en la arrebatadora cumbre del disco “On My Heart”.

En resumen, la sinfonía de Mike no supera el aprobado raspón por su falta de originalidad y ramplonería compositiva, pero se salva por el buen hacer del guitarrista y algunos pasajes acertados. Pena penita pena.

LO MEJOR: Frena la triste tendencia de discos indignos y abre cierta esperanza gracias a algunos momentos acertados.

LO PEOR: Las alusiones a las campanas tubulares ya no ofenden, ahora irritan.