sábado, 28 de abril de 2007

JEAN MICHEL JARRE "TEO & TEA" (Eastwest)



Cada vez que me veo en la situación de hablar de Jean Michel Jarre me viene a la cabeza la curiosa similitud que comparte con otro coetáneo y competidor musical suyo, como es Mike Oldfield. Para empezar ambos son dos pesos pesados de la música de nuestro tiempo, pese a quien le pese. Comparten prácticamente el mismo número de páginas dentro de cualquier libro sobre la historia de la música rock y en lugares parecidos; ambos tienen una legión de fieles seguidores, capaces de defender sus discos a ultranza, verdaderos coleccionistas de sus obras y, por cierto, en algunas ocasiones enfrentados (es normal la discusión “¿Quién es mejor?”).
Disfrutan del envidiable mérito de haber vendido más de 50 millones de discos vendidos (o por ahí) y, curiosamente, todas las reseñas en periódicos y revistas suelen recordarnos tales cifras, como si así dieran importantes razones para devorar sus nuevas aportaciones. Tanto Jarre como Oldfield viven eclipsados por el éxito y la calidad de sus debut, hasta el punto de que muchos opinan que nunca llegaron a superarlos ni formal ni emocionalmente, opinión no compartida por los fans, que defienden otras obras a destajo y reuyen tales ligerezas. Enamorados de las nuevas tecnologías, han hecho sus pinitos en el mundo multimedia y curiosamente los dos cedieron a las presiones comerciales y decidieron destrozar a base de odiosas secuelas sus obras primas (tristes Oxigene 7-13 (Epic, 1997) y Tubular Bells III, el II tiene su encanto). Por último reseñar que desde hace ya algunos años, Jarre y Oldfield decidieron dar un vuelco musical a sus carreras en busca de ‘actualizar’ su sonido, de modernizar su propuesta en favor de las nuevas expectativas de nuestro tiempo. Así, Oldfield vive inmerso dentro de una burbuja chill out y ambient, abandonando su política instrumentista artesanal sorprendiendo a propios y extraños con desvaríos midi y programaciones artificiales -para el olvido discos como Guitars, Millenium Bell, 3 lunas (WEA, 1999, 1999, 2000) o Light & Shade, (Mercury, 2005). En este sentido Jarre siempre ha tenido mucho más actualizado su sonido, siempre ha sido un enamorado de las nuevas tendencias y las ha aplicado en sus obras a lo largo de su carrera, dando innovadoras muestras con Zoolook (Polydor, 1984), con sus experimentaciones vocales, o Waiting for Costeau (Polydor, 1990), donde coquetea abiertamente con el ambient minimalista.

Jarre cerró una epata tras la concesión comercial de Oxygene 7-13, prometiendo discos acordes con las nuevas tendencias y adaptados a los nuevos sonidos electrónicos. Así llegaron discos como Metamorphoses (2000), Sessions 2000 (2002), Geometry of Love (2003) o Teo & Tea, evidenciando que le sobra ambición y buenas intenciones pero le falta todo lo demás. Hace tiempo que el compositor francés perdió su identidad intentando jugar a algo que no es, imitando a otros compositores actuales mejor formados, más jóvenes y con más ganas de demostrar cosas que él (de talento no hablo, juzgue el lector).

Teo & Tea pretende ser un disco conceptual sobre los sentimientos y emociones de una pareja que se oculta tras relaciones cibernéticas en la web. Tras tan interesante (ejem) planteamiento Teo & Tea deambula por el tecno más charcutero y la electrónica acomplejada, que regala 5 momentos de ridiculez por cada uno de cierto interés. Reconocía Jarre en varias entrevistas dedicadas a periódicos de nuestro país que escuchaba a Chemical Brothers, pero lo del single homónimo evidencia que existe a veces una línea muy muy fina entre la influencia y el simple plagio. Supongo que hay momentos en los que uno debería mirar atrás y analizar que lo ha llevado a estar donde uno está. Así el Sr. Jarre recordaría que es mejor morir siendo uno mismo que vivir bajo la sombra de los demás.
Hay quien piensa que hay que “renovarse morir”. Dice otro dicho que “aunque la mona se vista de seda…”

LO MEJOR: el diseño de álbum es elegante
LO PEOR: ¿Seguro que este tío es Jean Michel Jarre?

viernes, 27 de abril de 2007

BILL CALLAHAN "WOKE ON A WHALEHEART" (Drag City)

Han pasado ya 12 años desde que Bill Callahan -bajo el seudónimo de smog, o (smog), como prefieran- editase su primera obra de culto Wild Love (Drag City, 1995), tras tres discos experimentales de lo-fi amateur. Desde entonces, este pequeño monstruo no ha sido capaz de editar ni un solo mal disco, ni bajar su listón los más mínimo, construyendo ladrillo a ladrillo, obra tras obra, una de las carreras más brillantes dentro del mundo cantautor americano de los últimos años, con el permiso (o sin él, no lo necesita) de su compañero de sello Will Oldham (Bonnie ‘Prince’ Billie). Curiosamente ahora nos sorprende con su primer disco firmado con su nombre. Habría que preguntarle el por qué de este cambio, si ha sido por evitar que su disco número ‘13’ saliese al mercado bajo smog, si es una forma de matizar el sutil cambio de estilo musical que afecta a este Woke on a Whaleheart… vaya usted a saber. Lo que está claro es que da igual como firme sus discos, si cambia o no de estilo o si es supersticioso, éstos nunca decepcionan.

Tras firmar posiblemente algunas de las mejores canciones de su carrera en el descarnado A River Ain’t Too Much to Love (Drag City, 2005), decide echar mano de la ayuda del ex Royal Trux Neil Michael Hargerty para dar forma a su nuevo trabajo, distinto por su carácter accesible, ameno, divertido, recordándonos aquel primer intento de fraternizar con el mundo exterior con Knock Knock (Drag City, 1999). Callahan nos brinda su personalísima interpretación del rock a través de retazos country agitado y folk sucio. Desde el principio todo encaja, ya sea gracias a los brillantes arreglos de piano y guitarra (a cargo de Hagerty) en “From the Rivers to the Oceans”, la académica “The Wheel”, esa festividad casi cómica que envuelve la envolvente “Day”, hasta desembocar en esa maravilla titulada “Diamond Dancer”, sin duda el mejor single que ha sacado en toda su carrera, gracias a la impagable aportación de Steve Bernal (sus líneas de bajo resultan históricas), Elizabeth Warren (esos riff de violín) y Dean Pugh-Flemmings, que definitivamente se sale en “Footprints” y “Sycamore” endulzando con su voz de góspel nuestros oídos.
Lo dicho, este tío es un monstruo.

LO MEJOR: Diamond Dancer, de lo mejor que se puede escuchar este año.
LO PEOR: la horrorosa portada del disco.


viernes, 20 de abril de 2007

DNTEL "DUMB LUCK" ( Sub Pop)

Teniendo en cuenta que Jimmy Tamborello es la persona responsable de dos de los trabajos más bellos que ha dado esta primera década del nuevo siglo, la mayoría de acérrimos seguidores del compositor americano (entre los que me incluyo) tenían puestas muchas esperanzas en su nuevo trabajo como Dntel, tras 6 años desaparecido. Lejos queda aquella gema indietrónica llamada “Life is Full of Posibillities” (Plug Research, 2001), obra resucitada ahora que BMW haya incluido “Umbrella” en su nuevo spot. Gracias a este disco comenzaría a germinar una buena amistad con el líder de Death Cab for Cutie, Ben Gibbard, con el que emprendería dos años más tarde el proyecto paralelo The Postal Service, como catalizador donde desahogar los instintos pop más ocultos de ambos. Sin duda, aquel “Give It Up” (Houston party, 2003) fue todo un acierto.

Muchos años de inactividad de Dntel, que no de Tamborello, embarcado en constantes trabajos de remezcla, producción… sin contar con la aparición en 2006 de su alter ego James Figurine. Curiosamente este trabajo, “Mistake Mistake Mistake Mistake”, comparte muchas similitudes con “Dumb Luck”. Ambos tienen la dudosa cualidad de dejarte con la miel en los labios, sobre ambos pesa cierto aire de decepción.

Pese a que este nuevo trabajo viene arropado por interesantes colaboraciones - Jenny Lewis (Rilo Kiley), Edward Droste (Grizzly Bear), Valerie Trebeljahr y Markus Acher de Lali Puna, Fog o Conor Oberst (Bright Eyes), entre los más destacados-, que cumplen perfectamente, junto con una adornada y solvente producción (no se puede negar lo evidente), le falta lo más importante: buenas canciones, o como diría el cachondo de Austin Powers, el “mojo”. Durante los 40 minutos escasos de minutaje uno no hace más que preguntarte dónde han quedado atrás aquellos arrebatos de micro-electrónica que le hicieron tan famoso, la oscuridad trip hop de canciones como “Anywhere Anyone”, los desvaríos ambient lujoso… no queda prácticamente nada en esta nueva aparición de Dntel. Solo 9 canciones que sufren demasiado la resaca pop de The postal Service, sin la misma chispa ni desparpajo, moviéndose en tierra de nadie, negando la belleza experimental que hizo famoso el proyecto cabecera de Tamborello, que sólo parece reconocerse en el tema homónimo o principalmente en “To A Fault”, atesorando el momento instrumental más inspirado, dentro de tanta sobriedad inoperante.

Tras mucho meditar, al final siempre me quedo con la misma sensación: bonito, sí, pero totalmente intrascendente.

LO MEJOR: Grizzly Bear
LO PEOR: poco bagaje tras seis años sin Dntel.

viernes, 6 de abril de 2007

PANDA BEAR "PERSON PITCH" (Paw Tracks)


La mejor forma que se me ocurre para describir el tercer disco de Panda Bear es esta: coge uno de tus vinilos olvidados de Beach Boys, a ser posible Pet Sounds (Capitol, 1966), y colócalo en el tocadiscos a más revoluciones de las adecuadas. Luego túmbate en el sofá, enciende esos focos de colores que dejaste de usar allá por los 80 en las macro fiestas que dabas en tu casa y tomate una buena dosis de alcohol mientras lo escuchas todo muy alto. ¿Ya? Pues bienvenido al mundo de Person Pitch.

Noah Lennox es uno de los componentes de Animal Collective, una de las propuestas de avant-folk (en realidad avant-de todo) que se pueden encontrar en estos momentos en el panorama internacional. Panda Bear es su proyecto en solitario, con el que lleva escritos 3 capítulos de pura artesanía psicodélica en algo menos de 10 años. En 2004, tras la muerte de su padre Noah quiso honrar la muerte de su padre a través de una oda de escapismo acústico, de autismo exacerbado a través de 9 miniaturas (sin nombre alguno), despojadas de artificios sonoros: guitarra, piano y free vocal, nada más. El resultado se llamo Young Prayer (Paw Tracks, 2004).

Mucho ha debido cambiar en la vida de Noah Lennox pasados estos años. Al merecidito reconocimiento por Feels (Fat Cat, 2005), con Animal Collective, se le une el nacimiento de su hijo, algo que parece haber colmado de emociones vitalistas mente y alma, porque si hay algo que reluce sobre todo lo demás en este álbum es su vitalismo, su emoción…la luz.

Person Pitch es un triple salto mortal sin red y a 100 metros de altura dentro del mundo del free folk. Lennox recopila todos los logros de los grandes antecesores de la psicodelia de los 60s (a Brian Wilson se le pueden unir tranquilamente The Byrds, The Hollis, The Mamas & The Papas…), los sintetiza y los centrifuga a base de constantes loops y alardes de sampledelia esquizofrenia. ¿Querían saber cual es el Wall of Sound del siglo XXI? “Bros” saciará la curiosidad.
Person Pitch es un callejón sin salida de puro expresionismo festivo, desprende luminosidad pop por los cuatro costados. Una cárcel caleidoscópica desprovista de convencionalismos, donde la maraña de sonidos e instrumentos en perfecta conexión y ensamblaje nos aturde durante cuarenta y pocos minutos de fantasía.
Noah Lennox ha encontrado el nexo de unión natural entre el folk más bizarro y el escapismo ambient de coetáneos como Pan American, Loscil, Labradford o Flying Saucer Attack. Casi nada.
Habrá que aplaudir entonces.

LO MEJOR: Que en un mundo musical tan acomodado existan aún personas como Noah Lennox.
LO PEOR: El relajamiento final de la segunda parte del disco, aunque manteniendo el listón, nos deja con sensación de querer más.

miércoles, 4 de abril de 2007

COCOROSIE "THE ADVENTURES OF GHOSTHORSE & STILLBORN (Touch and Go/)

A CocoRosie se le ha acabado su mejor baza: el efecto sorpresa. Hace 3 años, su debut, La Maison De Mon Reve (Touch & Go, 2003), nos cogió a todos por sorpresa. Su arriesgadísima propuesta, puro Toys’r’us folk, pop de trastienda a medio camino entre el lo-fi cutre y clasicismo más excelso, enamoró a la mayoría y las convirtió en grupo de culto. Sierra y Bianca golpearon fuerte, sí. Más tarde intentaron repetir la jugada con Noah’s Ark (touch & Go, 2005), pero rápidamente nos dimos cuenta de que algo fallaba. Aunque era un buen trabajo, con grandes canciones, más bonito, mejor producido, con más medios y grandes colaboraciones, como las de Anthony Hegarty y Devendra Banhart (novio de Sierra), había perdido la gracia del debut, la suciedad retro que tanto carisma daba. Además las voces de Bianca (con su afectado falsete) y Sierra (magnifica voz de soprano) ya no sorprendían y los arreglos caricaturescos de juguetes infantiles ya no hacían tanta gracia.

The Adventures Of Ghosthorse And Stillborn no parece que tenga alicientes suficientes con los que insuflar aire a un proyecto deshinchado musicalmente. Cierto es que se atisban intentos de agrandar el sonido del dúo (“Japan” y sus evidentes dejes orientales o ese momento trip hop que es “Rainbowarriors”), pero son momentos o muy aislados o de poco acierto. Las hermanas Cassidy destapan ahora su lado más pop y amable con canciones sin mordiente aunque amables, como “Promise”, “Werewolf” o las anteriormente mencionadas, y siempre sin olvidarse de los tics sonoros con los que se dieron a conocer: sus juegos de voces, sus momentos de folk de guitarra áspera y el baúl repleto de nuevos juguetes estridentes con los que irrumpir de la manera más inesperada en cualquier canción.

Abajo el efecto sorpresa y sin canciones de verdadero calado (“Japan” y “Miracle”, de nuevo con un Antony en su justa medida), no nos imaginamos un futuro muy lejano para CocoRosie. Quizás sus proyectos paralelos que empiezan a manejar tengan algo más que decir.

LO MEJOR: “Miracle” es una joya de ambient-pop de gran sutileza.
LO PEOR: “Rainbowarriors” parece una broma.